El arte de la comunicación

La forma en que nos comunicamos con otros y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras vidas.

Anthony Robbins

Vivimos la paradoja de coexistir en un mundo «hiperconectado» donde lo extraño es encontrar a personas que realmente sepan «conectar» con los demás.

Si hay una habilidad estrella que nos permite conectar es el lenguaje. Mediante el lenguaje aprendemos, amamos, crecemos, soñamos, formamos vínculos y cooperamos para lograr grandes hazañas pero también erramos, odiamos, nos enemistamos y provocamos guerras. Mediante el lenguaje nos descubrimos y nos damos a conocer. Mediante el lenguaje vivimos.

El lenguaje nos abre la puerta de la comunicación, nos permite expresar ideas y emociones y transmitir nuestras experiencias y conocimientos a los demás. Nos habilita para el «aprendizaje social», esa habilidad única del ser humano que nos permite edificar nuestro conocimiento a partir del existente y no desde cero; nos permite crecer como personas y evolucionar como especie.

Pero, ¿realmente somos buenos comunicándonos?

Mi experiencia me dice que no. A diario observo situaciones donde la falta de entendimiento tiene consecuencias nefastas para las personas. Consecuencias que abarcan desde el deterioro de las relaciones humanas, léase, distanciamiento entre personas, pérdida de credibilidad, perdida del respeto,… hasta llegar incluso la rotura de la relación; hasta pérdidas económicas para las empresas provocados por malentendidos o discusiones innecesarias con compañeros, departamentos, proveedores o clientes.

¿Por qué, aun creyendo que nos hemos expresado adecuadamente, surgen malentendidos?

Comunicación = «Intercambio de ideas» + «Discurso indirecto»

Si indagamos en la forma en la que utilizamos el lenguaje, con visos de comprender que ocurre durante su práctica, podemos observar dos procesos simultáneos:

El intercambio de ideas

Con este proceso intercambiamos ideas mediante mensajes verbales. Se compone de 3 fases:

Fase de auto-indagación: Un reto introspectivo donde traemos nuestras ideas, sentimientos y emociones al plano consciente y los traducimos en palabras sueltas. Tiene lugar cuando reflexionamos o en conversaciones significativas. Durante este proceso nos descubrimos, aprendemos quienes somos, que sentimos, cual es nuestra opinión,…etc. Algunos signos inequívocos de esta fase son los titubeos, tics,…

Fase de formación y emisión del mensaje: Empaquetamos esas palabras sueltas en «envases metafóricos» que llamamos frases. Este concepto, acuñado por Steven Pinker, se refiere al hecho de que al expresarnos no construimos un mensaje completo, donde quede plasmado el contexto de la conversación, las motivaciones de porqué decimos lo que decimos, el sentimiento con que estamos expresándonos,… de forma que un oyente totalmente ajeno a nuestra realidad pudiese hacer una lectura completa e inequívoca del mensaje que queremos trasmitir (no sería eficiente, porque tardaríamos horas en expresarnos, ni tan siquiera eficaz, porque agotaríamos la escucha del oyente), sino que usamos un lenguaje abstracto donde omitimos información que damos por sentado que el receptor va a poder interpretar fácilmente.

Fase de recepción: En este fase el receptor extrae de su envase el mensaje que le hemos transmitido y se forma una idea de lo que queremos transmitirle. El mensaje que enviamos, por lo tanto, siempre queda abierto a interpretaciones.

El discurso indirecto

Con este proceso negociamos, de forma velada, los distintos tipos de relación que mantenemos con los demás.

La interpretación del mensaje, de la entonación con que ha sido emitido, de las palabras utilizadas, del lenguaje no verbal…,etc. conforman una imagen en la mente del interlocutor sobre el tipo de relación que estamos manteniendo con él y sobre como está evolucionando.

Según el antropólogo Alan Fiske todos los tipos de relaciones interpersonales que mantenemos se pueden clasificar en cuatro categorías:

Comunitarismo (comunal sharing): «Lo mio es tuyo y lo tuyo es mio». Es el tipo de relación que se da en los núcleos familiares.

Dominación (authority ranking): Uno de los participantes se impone sobre el otro.

Reciprocidad (equality matching): «Tú me rascas la espalda y yo te la rasco a ti». Una relación cooperativa donde ambas partes salen ganando.

Negociación (market pricing): La relación se valora y solo se coopera si se cree que hay beneficio.

El «discurso indirecto» es el talón de Aquiles de todas nuestras conversaciones. Donde erramos, donde nos alejamos de nuestro propósito, donde construimos muros entre las personas impidiéndonos conectar con ellas. Es así, porque las personas no discrepamos sobre el mensaje, sino sobre como debe ser interpretado.

El «discurso indirecto» cobra máxima relevancia en conversaciones donde la carga emocional es muy alta, es decir, cuando compartimos sentimientos y actitudes. En 1981 el psicólogo Albert Mehrabian aclaraba en «Silent messages» que en este tipo de conversaciones la comunicación tiene tres componentes, lo visual (el lenguaje no verbal) que representa el 55%, lo vocal (tono, claridad y velocidad) representa el 38% y lo verbal (ideas, contenidos, lenguaje y secuencia) 7%. Si hacemos la suma, el 93% del éxito de una conversación de esta índole reside en el buen uso de nuestro «discurso indirecto».


Como cuidar las formas para conectar con los demás

Para un buen intercambio de ideas…:

  1. Dar tiempo a nuestro interlocutor para que se exprese sin sentirse coaccionado; respetar los silencios, escuchar con paciencia.
  2. Conoce el tema del que tengas que hablar.
  3. Explicarnos con claridad. Intentar no dejar cabos sueltos.
  4. Poner varios ejemplos reales y concretos de lo que queremos decir.
  5. No dar por sentado que la idea que se ha formado el oyente es la que le hemos queridos transmitir.
  6. Comprobar, mediante preguntas, si nos estamos haciendo entender.

Para un buen discurso indirecto…:

Cuida tu lenguaje no verbal. Kinesia, proxemia y paralingüistica:
  1. Postura corporal: habla de nuestro estado emocional. Mantener una postura erguida y con la espalda recta indica que estamos relajados, sin tensión.
  2. Gestos: pueden demostrar interés o aburrimiento, así como expresar emociones como alegría, tristeza, sorpresa, miedo, asco o ira. Imita el lenguaje corporal para establecer vínculos de confianza (no es baladí, busca información al respecto).
  3. Expresión facial y mirada: “Una mirada dice más que mil palabras”, “La cara es el espejo del alma”,… Práctica la técnica Rapport.
  4. Sonrisa: Consigue atraer, es contagiosa y ayuda a relajar la tensión.
  5. Juega con la distancia corporal: Acercarse demasiado, puede ofender a la otra persona, ponerle a la defensiva, o bien abrir la puerta a una mayor intimidad.
  6. Presta atención al tono de voz que utilizas. Puede ser persuasiva, impositiva,… no la menosprecies.
  7. Dicción, fluidez, volumen, timbre y entonación. Sirven para modular los sentimientos que queremos transmitir. Pueden causar relajación, intriga, aumentar la atención, enojo,…
Humaniza:
  1. Empieza la conversación interesándote por los demás. No vayas al grano directamente.
  2. Valora a tu interlocutor. Un elogio sincero tiende más puentes de los que nos imaginamos.
  3. Hazte pequeño. Deja a un lado tus opiniones y dialoga desde la comprensión. Se empático.
  4. Escucha lo que no se dice. Presta atención al lenguaje no verbal de tu interlocutor.
  5. Habla desde lo que interesa a tu oyente, desde su necesidad.
  6. Utiliza otros sentidos, el tacto es un gran canal de comunicación. Tocar en el lateral del hombro, dar las gracias tocando la espalda,…etc., muestra tu apoyo y aprecio hacia los demás.

Claves:

  1. Nunca discutas. La única manera de salir victorioso de una discusión es evitándola.
  2. No juzgues, ni critiques ni condenes.
  3. Trabaja tu «discurso interno». Aumentarás la confianza y seguridad en ti mismo lo que mejorará todos los aspectos del lenguaje.
  4. Recuerda que lo que deja huella no es como empiezas una conversación, sino como la cierras.
  5. La práctica hace al maestro. Practica frente al espejo, con tu pareja o amigos… Solo conversando llegarás a ser un buen comunicador.

En conclusión, comunicarnos efectivamente es un arte que merece la pena cultivar. Eso asegurará un gran éxito en nuestras relaciones y que los malentendidos, conflictos y discusiones se mantengan alejados lo máximo posible.

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4 Replies to “El arte de la comunicación

  1. Nuestras palabras están estrechamente relacionadas con nuestra actitud o viceversa.
    Todo un arte que cultivar, como bien dices, al que dedicar tiempo bajo el enfoque de un cambio hacia la empatía, donde dialogar es más fructífero y menos conflictivo.
    Gracias!

    1. Isabel gracias a ti.
      Eso es. Las palabras que elegimos pensar (nuestro dialogo interno) tienen un impacto real en nuestra actitud y las que elegimos decir lo tienen en la actitud de los demás.
      Por otro lado, el diálogo compasivo, ese que mantenemos desde el corazón, con la intención de subsanar conflictos y ayudar a los demás, sin pretender tener la razón, siempre es fructífero, porque demuestra aprecio, valora y acerca a las personas.

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